Hoy me encuentro parada sobre la línea de la locura y la realidad, esa casi invisible línea.
¿Puede una persona cambiar completamente en menos de un año? O... ¿Será que con los actos cometidos su imagen se distorciona en mi mente? ¿Por qué hoy hablo de él como si estuviera muerto? Veo sus fotos y pienso cosas agradables. Lo cruzo por la calle y es como si ni lo conociera, pero... raramente no me afecta. Me quedé con una imagen anterior, una buena imagen; de cuando lo amaba, de cuando lo ADMIRABA por su forma de ser conmigo, con los demás, sus formas de manejarse en la vida, su moral, sus gestos, su metodología de vida. Su risa a carcajadas, esa que no quería mostrar a nadie porque no le gustaba simplemente, esas cosas tan lindas, tan lindas. Lo bien que me siento recordando esto: ¡es increíble! Pensar que hace unos meses lo recordaría llorando, hoy lo recuerdo riendo, di por muerto todo aquello, di por muerta esa personalidad. Y a los muertos no hay que llorarlos, hay que sonreírles, porque eso es lo que esperan, que sonriamos. Porque soy muy creyente en el destino, ni religiones, ni nada de eso, sólo el destino. Y el destino me dijo que tiene que ser así, que es lo que la vida me dio a mi. No es ni bueno ni malo, todo depende de como lo maneje. Tuve mis deslices pero me manejé bien en la vida y hoy duermo tranquila. Hoy soy feliz junto a mis amigos, mi familia y una persona que me sorprende y me atrae cada día más. Pero recuerdo felizmente a aquel hombre que durante mucho tiempo de mi corta vida, logró darme los momentos más felices que viví hasta el momento, claro es que tendré miles de momentos así durante mi vida junto a otras personas pero siempre depende de mi, nunca de otro, la felicidad-perdón- MI felicidad, depende sólo de mi. ¿Quedó claro?
Y aquel ser hoy no existe, lo recuerdo sonriendo y a veces (como a los difuntos) lo extraño, pero el destino eligió esto y yo lo manejo así, lo manejo sonriendo y mirando hacia el frente, con la frente bien alta y mi moral intacta. ¡FELIZ!