Me subí, seguía temblando. Pero me autotranquilicé.
Íbamos en la bicicleta, me llevaba en el caño de adelante, pensé en tirarme y correr, pero no podía hacer nada.
Pasamos a una cuadra de mi casa, ¡UNA CUADRA!
En un momento, el monstruo dice:
- Uy te estás cayendo, sos muy pesada che.
Con la ira en la garganta respondí lo primero que se me cruzó por la cabeza:
- Encima de que me afanás me decís gorda.
Se rió y agregó:
- Por lo menos sos simpática che.
- Y... Si no me río tengo que llorar.
Siguió el trayecto, frenó en una esquina, atrás de un colectivo escolar fuera de uso.
Ahí fue.
A cada minuto me comentaba que se iría en un instante. Pasaba gente, ancianos del barrio, de esos que salen a comprar fideos para el almuerzo.
Pasó una mujer, recuerdo, y el monstruo alegó: "cuando pase, me voy."
No sé por qué le creí. A medida que voy escribiendo voy recordando cosas como que me iba a dar el chip del celular, que esperara un momento.
Me dijo que me haga pasar por su novia, me besó en la boca y me quedé helada, NUNCA sentí tanto asco.
Hizo cosas que hoy en día no puedo repetir, dijo cosas que no escucho decir ni cotidianamente, y si alguna que otra vez escucho algo así enseguida me viene esa imagen: "pelo largo, morocho y enrulado, anteojos de sol negros, nunca vi ojos, una gorra, ropa deportiva, olor a cigarrillo, una bicicleta azul y unos aros en forma de cruz colgando de las orejas. Unos 30 años, y si era más joven, estaba hecho mierda. "
Esa fue la descripción que le di a la policía un rato después.
lunes
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